Tü Opinión  

El mejor precio

César Espí y su aventura en los talleres de coches

  Siento la necesidad de estimular a los jóvenes con una epístola. Misión ardua, aunque exultante tarea para mi mano, si no frágil, poco acostumbrada al peso de la estilográfica. A mí no me adorna la inflamada oratoria de un Felipe, un Aznar e incluso un Anguita, dignos sucesores todos ellos de un Cánovas, un Sagasta o un Romanones, que con su verbo convencen a la audiencia y ganan adhesiones...!cuando no comicios!. Es el sentido natural a avisar de los peligros a los demás el objeto de esta misiva llena de situaciones inesperadas, giros de guión y personajes dobles que os apasionará como pocas...

 

  Los motivos que me llevaron a tragarme, "literalmente", con el coche un mojón de hierro colocado, con tremendo mal acierto en una acera pueden ser causa de expulsión de un país o etnia en el mejor de los casos. En otros tiempos se empleaba el escarnio en la plaza pública como medida disciplinar. Es por ello que conservaré estos datos como información reservada. 

 

  Como en todo fuerte “shock” se cubren varias etapas después del colapso, éste es el devenir de las mismas: una primera, en la que se responsabiliza a todo el mundo mientras, de forma irónica e irrefrenable, el cerebro pincha una versión muy pegadiza del Blame it to the boogie de los Jacksons. Los comerciales viven eternamente en esta etapa; si tardas poco en pasar a la siguiente, seguramente, hubieras sido un buen abogado. A continuación, se cae en una absoluta pérdida de fe; la música, antes inspiradora y refrescante, se ensucia y los demonios atacan armados en cuadrigas, las orejas borbotonan humo negro en busca de una solución que no llega, mientras cantidades ingentes de euros se difuminan en tu cabeza a lo "Marty McFly" en la foto del baile en Regreso al Futuro I…Y sí, probablemente tengas que volver a decirle a los colegas que no podrás ir con ellos al viaje de tu vida.

 

  Se sigue  por aceptar cierto "divertido retraso mental", seguramente intratable que no parece dejar más solución que poner el asunto en otras manos, (será mejor que pases rápido a la siguiente etapa, nadie se comerá ese marrón por ti, por mejor amigo o familiar que sea. En este momento aprenderás que el valor de una buena amistad cuidada con los años, es el mismo que multiplicar cero por diez millones y te odiarás por no pagar un poco más de pasta al año y cambiar el seguro a todo riesgo).

 

  A renglón seguido, existe un momento intermedio que es sublime dependiendo de la cordura o demencia del sujeto activo. En este interludio, que apenas dura unos instantes, aprenderemos cómo somos de verdad debajo de nuestra aparente educación continental, universitaria, delicadeza y rasgos sociales adquiridos. Se trata de pensamientos fugaces que enseguida chocan con el muro de la consciencia pero que sabes que, de algún modo, están ahí: "quemo el coche y cobro el seguro", "cojo la matrícula de un pringao y que se coma el marrón su puta madre" o "estampo el coche contra la Diputación y salgo corriendo envuelto en llamas". Como os digo, cuidado!, puede que ahora no, pero...¿Quien sabe? Tal vez dentro de algunos años y con menos que perder… Todos necesitamos un psiquiatra… haceos cargo.

 

  Finalmente, se interioriza el hecho completamente y es cuando da comienzo un descenso a los infiernos tan inesperado como sorprendente. Uno se cree que visitando el taller habitual, sí, ese que se frecuenta de toda la vida, va a recibir halagüeñas noticias y no es así, por más que los años pasen, siempre que entres en un taller te convertirás en un pájaro de vistosos colores dentro de una jaula llena de dragones de Comodo, que salivan con cada paso que das hacía la caja registradora y que te dejarán impedido de cintura para abajo cuando un señor, que parece no haber tenido una erección en semanas, te dice una cifra que no alcanzarías ni ahorrando de por vida.

 

  En este momento tiene lugar el verdadero viaje: situaciones límite que le levantarían las patillas al mismísimo Tarantino, momentos en los que uno se descubre negociando con un sujeto de dientes irregulares, peinado imposible y olor inclasificable, que es capaz de discutir contigo por 10 euros, mientras fuma un Ducados al lado de un bidón de gasolina completamente abierto. La diversión está garantizada cuando uno dice venir de otro taller y vuelve loco al personal inventando precios, situaciones e incluso diálogos mantenidos recientemente con algún tipo de semejantes características al anterior, haciendo uso de la triquiñuela o “burlesque”. Así pues, el resultado es un muy recomendable “trip” al incierto y caótico mundo de los talleres mecánicos, donde un precio puede oscilar entre el 10% y el 400% sin llegar a saber muy bien las características que lo bareman tan alarmantemente, lo que lo hace todo aún más apasionante.

 

  El sentido epistolar de esta misiva es clásico. Todos recordamos aquel anuncio en el que un tipo nos recomendaba, con mucho sentido común, mirar, comparar y comprar si encontrábamos algo mejor. En los talleres, como en cualquier otro servicio, lo más conveniente es que uno se lo tome como una aventura gráfica y goce más de ver hasta qué punto puede llegar lidiando morlacos que comprobar, en carne propia, cómo el libre mercado pasa de ser un sistema económico a convertirse en un oriundo "kit super anal intruder" que, con seguridad, no olvidará ni rectal ni monetariamente en mucho tiempo. A todos los que sois más bien torpes y tenéis tendencia al destrozo propio y ajeno, recordad que vivimos en la sociedad del exceso y que, la tan en boga teoría de los 6 pasos, os conectará con Briatore antes de que digáis tarta de arándanos. Así pues, ¡buscad malditos! Buscad.... ¡Y volved con el mejor precio!

 

  Como deseado epílogo os diré que, empleando esta técnica de lagrimal y tocomocho conseguí descender una factura que rozaba los 2000 € a exactamente 275 €, ahora, levanto la barbilla, abro la boca generosamente, pongo mueca agresiva, acerco mi cara hasta casi rozarte la nariz y espeto un sonoro: “Poooooooom!!!”.