Tü Opinión  

Fiesta y buena música en el Low Cost

Crónica del festival, por César Espí

  Esta edición del Low Cost tenía poco que ver con el sabor casero que dejó su primera puesta en marcha, con solo un escenario, una sola estrella internacional de renombre como era Juliette Lewis (en mi opinión absolutamente sobrevalorada) y el plato fuerte centrado en la oferta nacional (maravillosa, por otra parte). Si en algo destacó este segundo asalto fue en una fortísima apuesta por hacerse un hueco en el panorma festivalero patrio, que cada año está más y más copado de eventos y que, desde mi punto de vista, dejó un regusto sabroso, dado que no son pocas las voces que ya apuntan a que habrá un tercero en 2011.

   El recinto era fabuloso, césped, forma de anfiteatro en Jack Daniels y Xti, posibilidad de culebrear al estilo ninja para evitar embotellamientos... Salvo algunos atascos normales, los accesos eran cómodos excepto en el caso dramático que suponía entrar en la plaza de toros que, como todos pudimos comprobar, no era las Ventas e incluso albergaba algún incómodo árbol en su interior. Fue lo que más conducía al desquicie junto con aparcar en una ciudad como es Benidorm. Para los que somos amantes de beber con el codo apoyado en la barra mientras deleitamos a alguna joven con historias de otros tiempos, los servicios fueron correctos y pasárselo pirámide era sencillo siempre que no fueras un tipo con un desorden en la personalidad demasiado grave.

  Al respecto de lo musical, fueron Second, La Habitación Roja y Low, los encargados de abrir la calurosa noche del Jueves. Una jornada de pop sin estridencias en la que los mejores fueron, sin lugar a dudas, los últimos. Un grupo que comienza a sonar y que confirma que en esta industria hay que estar en constante movimiento para evitar sonar apolillado. Tal vez lo más sorprendente no fuera la música y sí la sensación de cine de verano que daba un anfiteatro adornado por un amasijo de horribles edificios de fondo.

  Todo fue a mejor en la jornada del viernes: casetas de prensa y  pulseras en condiciones, zona de entrevistas, venta de discos, vips (es lamentable cómo puede llegar a ser de patéticamente elitista el rock and roll. Mi amado Al Kooper hablaba de esto en su autobiografía Backstage Passes & Backstabbing Bastards), pero sobre todo sorprendió la, ya entrañable, Furgo Rock Vand, deleitando al personal con "rocanroles" vacilones desde su camioneta errante. A destacar las pintas y la energía del guitarrista, el tipo se gana el pan.

  En general, lo mejor de todo es que, por un precio muy asequible, uno podía disfrutar de lo más granado del panorama patrio y quitarse el gusanillo de ver a bandas de tirón internacional, que no es que estén precisamente partiendo la pana actualmente, pero que son muy gustosas independientemente de lo que cada uno acabara viendo. A este respecto hubo de todo, desde lo evidente y sobrevalorado del repertorio de Supersubmarina, al vergonzante Jessie Evans (sombrero de cordobés y capote en mano haciendo algo más que el ridículo en un bolo que fue poco a poco cayendo a un abismo); pasando por el postureo de Vinilla Von Bismark o la magia inexplicablemente atrayente que siguen teniendo Los Planetas en esto del pop.

  El descubrimiento fue The Fenomenal Handclap que tocaron a la vez que Tokyo Sex Destruction, otra banda de gran octanaje sobre las tablas. Love Of Lesbian se hicieron algo cansinos por su exceso de temazos al uso al igual que Los Coronas por lo monocorde de su repertorio, no obstante, son bandas fantásticas. Editors fueron muy profesionales y encantadores con algo de pamplina de escenario que los hace demasiado parecidos a Coldplay. Tal vez lo mejor fueran los misteriosos y oscuroides These New Puritans. Una jornada muy agradable, sin lugar a dudas.

  El sábado fue el día más especial. La sensacional actuación de The Grave Yatch Club en Xti, les dejó con el mentón bien levantado delante de cualquier banda que hubiese pisado ese mismo escenario. La amistad que me une a ellos y su repertorio coreable, bailable y animado me quitó la resaca de un plumazo. Otro bocado deseable fueron mis apreciadísimos Empty Bottles que, pese a hacerlo fenomenal incluso con sección de viento incluida, tuvieron mucha mala suerte con el sonido y luego con algún machaca oligofrénico de la organización. Hola Todo el Mundo convencieron con su folk a lo Fairpot Convention revisitado, mucho hippismo y buenas vibraciones. Las grandes bandas fueron menos atractivas, el rollo diva de Placebo gustó al personal aun que no se lo merezcan, Lori Meyers no tienen nada de nada por más que le pese al regimiento de seguidores que parecen atesorar y Vive La Fete tienen un morro que se lo pisan pese a que pusieron a toda la plaza a bailar al ritmo frenético que marcaban las tetazas de su sobreproducida cantante.

   Lo fuerte estuvo en el escenario pequeño con permiso, naturalmente, de Iván Ferreiro, a caballo entre un cantante pop de envergadura y lo más indi del panorama, el tipo emociona, gusta por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y por el punto que le da a sus canciones, amén de la bandaza que le acompañaba. Lo cierto es que, te guste o no, el tipo tiene algo muy especial.

  La ráfaga final del escenario Jack Daniel's fue espectacular. Las barbas zetatopescas, la simpatía de su cantante ("voy a tope"- decía mientras blandía un tercio que levantaba en señal de agradecimiento) y el puntazo que tienen en directo hicieron de los vallisoletanos Arizona Baby perfectos para lo que, a mi juicio, fue el mejor bolo de todo el maldito festival, Jesse Dee. Este tipo estaba muy por encima de todo lo que hubiera visto los días anteriores y, probablemente, fue unos de los mejores bolos que haya visto en los últimos años. La guinda la pusieron los madrileños Right Ones, con un sonido tan acojonantemente poderoso que te ponían los pies para atrás aunque terminaran dando un poco la murga. Por su parte Adam Green y 1990´s mantuvieron caliente a la gente que se quedó en El Xti a pasar una fenomenal noche de sábado.

  Con buena razón de causa abogaría por una tercera edición, el festival me pareció muy correcto en los elementos fundamentales y, es más, se transmitía una sensación muy de fiesta, apaciguada y agradable. Ni una sola pelea, ni un solo mal rollo destacable y mucha gente con ganas de disfrutar de la buena música sin más. El sabor amargo lo deja el hecho de que estas cosas, por más que haya gente emprendedora en la ciudad, no se puedan llevar a cabo en Alicante.