Tü Opinión  

¡Todo esto es la música!

Otro artículo de César Espí

  Por si a alguno le habían engañado espejismos bisbalistas o vapores bustamantosos, sabed que hacer un disco, álbum o LP es realmente complicado. Estos chicos llegan al estudio cuando la ecuación ya está resuelta sobre la pizarra, ponen cara de asombro y lo único que componen es algún adjetivo o expresión de complacencia que justifica una casa en Miami y una vida de "super star". La historia de la música demuestra lo difícil de la supervivencia del genio en el tiempo pese a que el cine se empeñe en seguir estimulando el carácter espontáneo y magiquísimo del sexto arte. Quien no recuerda la escena en la película The Doors, de Oliver Stone, en la que el grupo compone "Light My Fire" en 30 segundos sin siquiera estar todos juntos blandiendo los instrumentos o cuando en Ray se limpian toda la discografía del bueno de Charles en un inquietante epílogo casi de cuento de hadas. "...Y publicó muchos discos más, todos ellos muy buenos...".

 

  Pese a que nadie se haya interesado jamás por lo que un músico hace a la hora de componer un LP y pese a que se siga pensando que las mejores obras se componen con el cerebro lleno de drogas o sumido en ensoñaciones fantásticas llenas de arco iris y "secret places", la realidad es que el trabajo de un músico se parece mucho al de los Curri en Fragel Rock, se hace para deshacerse al día siguiente y así sucesivamente hasta que se registra dejando la sensación de que todavía se podría haber deshecho y hecho un par de veces más, es por esto que, dependiendo de la creatividad, uno tarda más o menos en grabar un disco. No es el mismo caso el de Leonard Cohen, quien además de reiterativo era poco prolífico, que Frank Zappa, adalid del exceso en todos los sentidos o Terry Reid, quien iba para genio y figura y se quedó en maldito maltrecho.

 

  La historia nos ha dado grandes creadores con más de matemáticos que de aguerridos combatientes de la pentatónica como fueron por ejemplo Pink Floyd, primeros en permitirse cocinar un disco durante más de dos años. Durante la década de los 70 era norma común hacer uno o más discos al año, fue la crisis del petróleo de 1973 la que provocó la decadencia y extinción de miles de bandas, (algunas realmente imprescindibles). Súbitamente el acetato costaba demasiado como para invertir en la poca rentabilidad de muchos artistas y las discográficas, que empezaban a estar dirigidas por vampiros, íncubos y súcubos, preferían invertir en valores seguros tipo Elton John que jugársela con los experimentos de Tim Buckley, (el padrísimo), o promocionar a currelas pasados de moda como el fenomenal Al Kooper. Esto provocó un centenar de situaciones ridículas que podrían haberse evitado con algo de madurez artística y sosiego en la pasión por las tendencias pero que la industria necesitaba incentivar para convertir el arte en negocio rentable.

 

  No obstante, muchos de los artistas que pasaron por el aro percibieron réditos a cambio de la pérdida completa de la dignidad o con la generación de productos de muy difícil digestión, léase a modo de ejemplo el disco “Ciclos” de Los Canarios, con un alucinado Teddy Bauttista a los teclados antes de convertirse en el particular Conde de Alba de la música española. La banda entra como un elefante en una cacharrería en el rock sinfónico con un disco conceptual que revisita, (o asesina), las catedralicias cuatro estaciones de Vivaldi...!ahí es ná!. (Curiosamente el disco fue considerado una obra maestra en ultramar).

 

  El gran problema ha sido siempre acertar las tres variables esenciales, a saber: gusto general, inspiración y tendencias. ¿Cómo se explica que discos como Dark Side of The Moon sigan aún frescos hoy día o que la Macarena arrasara las pistas, (y los oídos), de millones de estadounidenses? Este insondable misterio permanece aún encriptado y es el quebradero de cabeza de compositores, productores y prensa especializada. Es significativo ver como actualmente existen centenares de etiquetas musicales de temática inexplicable y que justifican ya cualquier cosa, (¿!qué demonios es el pop texmex!?). Debido a esto y a la tensión cultural que provocan estas acepciones, el 90% de los encuestados responden a la pregunta, ¿a usted que música le gusta? o bien "asín con guitarra" o bien "de bailar y tó eso". Un disparate.

 

  Retomando el misterioso asunto de la composición musical añadiré aún un último dato. Actualmente las pasarelas de la información y promoción son tan excelentes que han permitido que se vuelvan a hacer populares músicas proscritas como el rock conceptual, (“Adelante Bonaparte” de Standstill es claro ejemplo de ello...banda y disco exquisitos). No dejo de pensar en que hubiera sido del malogrado Nick Drake con una buena promoción. Así pues parece que ahora todo vale y esto provoca también cierta confusión y desorden, la frescura escasea y la reiteración de patrones parece una constante cada vez más preocupante.

 

  El rock, que lleva muerto desde que Lenny Kravitz lo estrangulara con una de sus rastas, necesita de un salvador que aglutine la fórmula trifásica pero que prescinda de la desazón hipocondríaca de las discográficas para dar paso a un nuevo orden musical desligado de tendencias y movimientos absurdos que matan el genio creador. Ahora cojámonos todos fuerte de las manos y entonemos esperanzados los versos centrales de "todo esto es la música" de Serafín Zubiri sin miedo a provocar una fisura en el continuo espacio tiempo...